En el Mississippi: Las aventuras de Huckleberry Finn. Cineclub, ECI

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Extracto del libreto: 

2. «-Sí, amigo mío, es la pura verdad… En este mismo instante tus ojos miran al pobre delfín desaparecido, Luis XVII, hijo de Luis XVI y María Antonieta»

Solo un año antes, en 1938, David O. Selznick había lanzado a través de la United Artist su versión de Las aventuras de Tom Sawyer, con Tommy Kelly en el papel de Tom y Jackie Moran robando limpiamente la función como Huck. Aquella película era la primera versión de Twain y la terminó firmando Norman Taurog, quien fue el responsable en 1931 de Hucleberry Finn, versión donde el estelar Jackie Coogan como Tom arrinconaba al Huck interpretado por Junior Durkin y que se planteó más como directa secuela del un año anterior Las aventuras de Tom Sawyer dirigido por John Cromwell y con idénticos protagonistas.

Digo que la terminó firmando porque como era habitual en las producciones de Selznick el conjunto es patchwork de secuencias donde dirigieron H.C. Potter, William Wellman y George Cukor, este último familiarizándose con un material de Mark Twain que trataría en 1960 con su propia versión a color y en cierto modo canónica (por ser la más célebre y difundida) de Huckleberry Finn, memorable, más que nada, por la genial labor de Tony Randall como El Rey, junto a El Duque uno de los rufianes que Huck y Jim el negro se encuentran en su viaje por el Mississippi y en cuyos enredos para apropiarse de una herencia el muchacho termina embrollado.ingram-rooney-huckleberry-finn_opt

La película fue un éxito y además una muy buena traducción de la novela de la cual capturaba la inocencia y el punto de vista infantil. El color era hermoso y la puesta en escena llena de elegancia y encanto, suntuosa como buena producción Selznick. Era una película gentil y familiar, una fábula sureña con detalles siniestros…pero Huckleberry Finn era otra cosa muy diferente. Sin Tom Sawyer era la versión de Twain de los libros ejemplarizantes Horatio Alger, entonces Huck era el negativo de los mismos, su cruento cara a cara con la realidad. El texto no era ni gentil ni familiar, ni tampoco era para niños. Era una novela satírica de registros crueles, grosera e iconoclasta, que tocaba temas sensibles sirviéndose de un personaje central antiheróico, ejemplar en nada bien visto por la sociedad, con un insobornable deseo de libertad y un sentido personalísimo de la ética.

No pocas veces, y con razón, se ha comparado a Huck con el Holden Coulfield de El guardián entre el centeno de J.D.Salinger pero quizás esté más cerca de Colin Smith, otro antihéroe de ética contra todo y todos creado por Alan Sillitoe en su cuento La soledad del corredor de fondo. Como Huck, Colin es un muchacho encerrado en un lugar donde pretenden darle lo que la sociedad dice que es lo mejor para él –la casa de la viuda Douglas para uno, el Borstal para el otro- y ambos encuentran consuelo en la huida, en la vida exterior que es un reflejo de su propio interior silvestre. Y los dos ganan al final, sí tiene que regresar, tienen que integrarse, pero por dentro saben que no es así, que siempre se puede perder una carrera y que siempre se puede uno marchar al Territorio.

2283696,9Y_D+MKnSm2lhGCiTusEco_SAdU_8LculaCPOv9nm9LRfXEvlZLprOD9Mx5Ha3GHNTcYybJh04GQPbBKSvfyoQ==Alan Sillitoe, como Víctor Guillot expone en un excelente artículo publicado en la revista digital Neville, se había visto influenciado para la creación de los antihéroes de La soledad del corredor de fondo y de Sábado noche, domingo mañana por la literatura española del Siglo de Oro, especialmente por la picaresca. Colin Smith y Huckleberry Finn son, en primer lugar dos pícaros y tanto Sillitoe como Twain imbuyen sus obras de los significados y estilo de la novela picaresca.

Uno de los problemas de la adaptación que en 1939, al rebufo de la mencionada sobre Tom Sawyer emprende la MGM radica en respetar esta naturaleza picaresca, no solo como marco, sino como arquitectura narrativa. La enorme cantidad de sucesos, lugares y personajes de la novela se ven drásticamente podados/comprimidos en la película, respetando los principales –la relación con Jim el negro y la aparición de los timadores El Rey y El Duque tirados de la borda de un vapor- pero tomando la decisión de cortar nada menos que todo el personaje de Tom Sawyer, quien hace su reaparición en la segunda mitad del libro.

El guión de Hugo Butler y Waldo Salt simplifica el texto de partida, lo dulcifica también, tomsawyerizandolo en gran medida pero conservando la fluidez azarosa del relato picaresco, su ambigüedad, su humor equívocamente zafio y, dentro de lo posible dentro de los estándares de la producción hollywoodiense de finales de los 30, también esa exhibición impúdica de las miserias humanas –el padre de Huck, un borracho violente y aprovechado, la turba que pretende linchar a Jim, los timadores de nuevo…- y en gran medida el color local antes comentado.

Pese a que Huckleberry Finn esté rodada en blanco y negro parece una obra más moderna que el Sawyer de Selznick, el claroscuro, con algunos nocturnos excelentes y hermosos exteriores que dan protagonismo a la naturaleza y al río, la película dirigida por Thorpe ya marca una diferencia de tono con la firmada por Taurog; parece, por qué no decirlo, más adulta. Los contornos siniestros del relato, esos momentos donde el universo infantil de Huck, tan simple en sus observaciones de la realidad, colisiona contra la aspereza del mundo de los adultos, con la mentira interesada, con la violencia y la muerte, se ven potenciados por la ausencia del color, por las sombras físicas que se convierten en sombras morales.il_fullxfull.182243177

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