Identinoir: Crack-Up. El cine negro de la RKO

Crack-Up, Irving Reis, 1946. Colección El cine negro de la Rko, Vértice

A la venta

19986

 Extractos del libreto

El noir cinematográfico, tal y como ha quedado incrustado en el imaginario colectivo, quedó definido e instaurado tras la 2ª Guerra Mundial; más específicamente tras el regreso a casa. Las secuelas psicológicas, individuales y colectivas, quedaban sublimadas a través de los mecanismos del thriller, del relato de misterio, del suspense criminal…de la mirada, en definitiva, a la parte de atrás de la existencia. La neurosis y la alienación post-bélica se adaptaba, sinuosa, a ese género líquido que es el noir convulsionando en algo que trascendía la catalogación genérica para transmutarse en un sentimiento envolvente, asfixiante: “lo noir”, lo negro.

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La película parte de un relato del gran escritor pulp Fredric Brown aparecido en 1943 en la revista Detective Story en la cual el héroe víctima del complot de rigor se encuentra en un hospital psiquiátrico por voluntad propia, ingresado para una cura de reposo consecuencia del estrés que le produce su trabajo manipulando explosivos. Es un de los múltiples ejemplos de los motivos recurrentes de Brown en relación a la paranoia y el miedo a no ser creído protagonizados por individuo comunes atrapados en situaciones fuera de su control. Esta base del hombre común enfrentado a la materialización de sus miedos íntimos, a  la incertidumbre terrible de la disolución de su misma identidad, es  lo que el film conserva de Brown, aportando el guión una excéntrica ambientación entre  museos y falsificaciones de arte y la cualidad coherente con el zeitgeist de los 40 del análisis a través del género de la problemática del retornado.

George Steele un hombre corriente, un conservador de arte que estuvo en Europa ayudando a salvar piezas de arte de los nazis y descubrir falsificaciones. Interpretado por Pat O’Brien la secuencia de presentación no puede resultar más perturbadora, tanto por su contenido como por la presencia de un actor que si algo proyecta es serenidad. Su irrupción en un museo neoyorkino rompiendo la cristalera de la puerta golpeando a un policía y destruyendo un estatua, completamente enloquecido, sin que sepamos nada de él previamente es un asalto al espectador que como explica Geoff Mayer en Encyclopedia of Film Noir «(…)ofrece un ejemplo clásico del papel de la imaginería noir a la hora de representar un mundo fracturado. En esta ocasión la fotografía noir de Robert de Grasse combina sin costuras con el score evocador de Leigh Harline y con la determinación del director Irving Reis de presentar un mundo tan caótico y amenazador  como el que representa el comportamiento irracional de Steele» (…)

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